Prestar atención al niño escuchándole y hablándole con
paciencia, comprendiendo su patrón de conducta y explicándole los planes para
ayudarle.
Que el niño no vea discordancias
entre los padres respecto a las pautas de actuación.
No actuar con él de forma
excesivamente permisiva. Es conveniente que le proporcionen pocas normas de
conducta pero que éstas sean claras y coherentes. Un ambiente sin una
normativa clara aumenta la ansiedad y confusión del niño. Utilizar el “no”
cuando el niño pida o exija cosas poco razonables y explicar el porqué de
forma precisa y razonada.
Utilizar los intereses del niño y
emplearlos como motivación para ayudarle a aprender de forma más eficaz. Por
ejemplo: “cuando terminemos esta tarea puedes jugar con la videoconsola”.
Aumentar su autoestima y confianza en sí mismo,
ponderando sus éxitos por modestos que sean, no resaltando sus fracasos o
afeando su conducta de forma reiterada.
Mantener en casa unas normas de vida,
consensuadas previamente por los padres. Por ejemplo: mantener si es
posible el horario de actividades diarias (baño, comidas, tareas).
Evitar estímulos de alta intensidad (ruidos, luces,
gritos). El niño responderá de forma exagerada a estos estímulos, gritos u
órdenes fuertes.
Comunicar al niño con suficiente
antelación cualquier posible cambio en la dinámica del hogar de manera
que pueda adaptarse a ella.
Hacerle partícipe de las tareas
domésticas que pueda realizar según sus capacidades y alabarle
cuando intente actuar por sí mismo.
Comentar tranquilamente con él sus
malas actuaciones y errores, explicándole que es necesario evitar las
prisas y pensar antes de actuar. Es bueno que piense en alternativas a
sus equivocaciones para no repetirlas.
Diferenciar entre las conductas
voluntarias y las involuntarias. Los castigos aplicados a las
acciones voluntarias deberían ser consecuencias lógicas de sus actos.
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Situar al niño mientras hace los
deberes en un lugar próximo al suyo para mantener contacto visual y más
supervisión. Evitar estímulos que les distraigan (ventana, mesa
desordenada, juguetes, etc).
Es conveniente dar órdenes claras y
concisas, acompañando estas órdenes de contacto ocular y si
es necesario haciéndoselas repetir al niño en voz alta.
Resaltar el éxito y no el fracaso. Motivación
constante. Use lenguaje positivo usando frases como “tú puedes hacerlo”,
“¡qué bien lo has hecho!”.
Controlar la "intendencia
escolar" antes de ir al colegio como si fuera una asignatura más
(agenda, libros, lápices, etc).
Procurar fraccionar las tareas y
deberes a realizar en casa, utilizando tiempos más cortos. Las tareas largas
deben dividirse en partes.
Recordar también que alguno de estos
niños presentan un “odio a leer”. Organizar la lectura de manera que se
motive al niño.
Evitar llamadas de atención en público. Comentar su
comportamiento en privado.
Tener en cuenta que su comportamiento
empeora en ciertas situaciones con menor control (cumpleaños,
reuniones familiares, etc).
Las actividades extraescolares son
importantes para estos niños, siempre que les gusten y que
sirvan para mejorar su autoestima.
Mantener entrevistas personales con el
profesor/a cada cierto tiempo, supervisando en casa el trabajo escolar del
niño.
En resumen, convertir el entorno
familiar en un ambiente favorecedor para el niño con TDAH y no en un ambiente
hostil.
Utilizar como castigo “la ausencia de
premio”. Evitar castigos físicos o muy prolongados, suelen ser contraproducentes
y de escasa eficacia.
Cuando haga algo bien, reforzarlo con
una sonrisa o una palabra de elogio. El refuerzo positivo con un sistema
de “puntos” puede ser muy beneficioso.
Ante la hiperactividad motriz,
permitirle la posibilidad de moverse en situaciones tales como: tiempo de
comidas, deberes, etc.
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